lunes, 20 de julio de 2009

Silencio, hombre sentado


Dentro de la variopinta fauna que puebla nuestras grandes ciudades (ignoro si en las pequeñas también se encuentra) podemos hallar a una de las figuras más enigmáticas que yo pueda imaginar. A falta de un nombre mejor, lo denomino elhombresentadoeneltrancodeunportalconunalatadebebida. Seguro que todos hemos visto alguno en más de una ocasión.
No entraría aquí la masa etílicojuerguista que también acaba tirada en un portal con bebidas en sus manos o a sus pies. Me refiero a individuos solitarios, en raras ocasiones en parejas, que a horas desusadas (a media mañana o a media tarde) los podemos ver sentados en los trancos de portales, porterías y comercios, con alguna lata de bebida frente a ellos (cerveza o refresco variado), la mirada perdida o ensimismada, una actitud entre pasiva y resignada y una postura generalmente indolente que nada pide.
Suelen ser individuos bastante jóvenes, entre el inicio de la edad adulta y la cuarentena, de apariencia modesta en el vestir pero de imagen entre moderna y alternativa, mayoritariamente con una bolsa o macuto en bandolera y de pelaje diverso.
Me pregunto ¿Qué hacen ahí sentados, en ocasiones horas y horas? Pero, sobretodo, ¿Qué hacen sentados en esos trancos, objetivos prioritarios de las micciones caninas y, cada vez más, humanas, de pestilente olor y apariencia? ¿No habrá parques, plazuelas y amplias vías con bancos en los que sentarse al sol o a la sombra según los deseos de cada cual y la estación meteorológica que corresponda? ¿Es que esperan a alguien? ¿Todos a la misma persona? ¿A quien, si puede saberse? ¿Son una representación alternativa y teatralmente metropolitana de “Esperando a Godot”? ¿Saben algo que nosotros no sepamos?
Y del mismo modo que llegan, se van. Sin aspavientos ni alharacas se pierden en el devenir urbano hasta la próxima vez que los encontremos en idéntica apariencia y actitud, con el mismo insondable objetivo: nada. Si alguien sabe algo, que lo cuente.