lunes, 27 de abril de 2009

La chica de ayer

Vi anoche el primer capítulo de la nueva serie de Antena 3 “La chica de ayer” y me ha dejado muy buen sabor de boca. El argumento: un policía, que está investigando los crímenes de un asesino en serie, tiene un accidente (es atropellado) y viaja atrás en el tiempo desde la actualidad hasta 1977 justo en el inicio de las andanzas de dicho asesino. El personaje va de shock en shock, sigue siendo policía en esa época pretérita pero está a las órdenes de un inspector jefe de los de antes, de guantazo y tentetieso, y sus colegas son de lo más rancio y casposo del cuerpo.
Lo mejor es la ambientación general y especialmente la de la comisaría: las mesas de escritorio metálicas, las lámparas, los teléfonos, etc., todo es tan antiguo que el protagonista no acaba de dar crédito a sus ojos. Especialmente jocoso es el momento en el que el policía pregunta donde están los PC’s y sus compañeros creen que está hablando de comunistas o está buscando su pecera.
Saltando de lo anecdótico, los treinta y dos años que nos separan de 1977 son todo un abismo. La moral, la estética, las ideas y formas de pensar han cambiado tanto que no pareciera que una vez fuimos así o casi. Aunque quizá no hayamos cambiado tanto. Si nos raspan un poquito la capa superficial enseguida asoma un intransigente, un intolerante, un xenófobo, un egoísta social, un nacionalista irredento, en suma un amante de las cosas como Dios manda. Y no creo que se pueda pensar que esto es una exageración. Cada cual puede buscar en su vida personal, familiar, sociolaboral, los ejemplos de estas actitudes y comportamientos en cuanto alguien tiene la osadía de pensar libremente.
Volviendo a la serie, esta nos promete más momentos de choque entre una visión actual y la que podían tener la mayoría de los españolitos de 1977. Espero que la audiencia respalde la serie y no perdérmelos.

La libre elección

Después de un cierto tiempo y diversos avatares vuelvo a tener la necesidad de escribir. Aunque creé este blog como un pequeño reducto en el que escribir sobre esas cosas de la actualidad que llaman noticias, me siento impulsado a abrir el espectro de los temas y a dar cabida a impresiones que se podrían considerar de carácter más general. Algo de eso hubo en los últimos textos.
El otro día hice zapping en la blogosfera. Encontré páginas muy interesantes, pero también el mismo odio, prejuicios e inquina de siempre por parte de la gente de ley y orden, esas personas poseedoras de la sacrosanta verdad. Confieso que el mecanismo mental que las dirige es incomprensible para mí. Estoy a favor de muchas cosas (algunas las pondré en práctica y otras no) y en contra de otras (simplemente las ignoraré), pero no intentaré imponer mis filias y fobias a los demás: el que quiera casarse que se case (con alguien de su mismo sexo o del otro) y el que no quiera que no se case, los que quieran divorciarse que se divorcien y los que no quieran que no lo hagan, los que deseen seguir unos preceptos religiosos que los sigan y los que no lo deseen que no los sigan, la mujer que libremente decida abortar que pueda hacerlo y la mujer que no quiera que no lo haga, etc. Todo dentro de las leyes que nos hemos dado, porque sí, nos las hemos dado eligiendo unos representantes que las han elaborado y puesto en marcha. La clave está en la libre elección. De ahí que amplios sectores bienpensantes estén en contra, por ejemplo, de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, porque no enseña a bien pensar, sólo a pensar y a ver que hay más opiniones y opciones, que no hay que seguir de manera obligatoria, únicamente aceptar y respetar.
Las creencias que necesitan la prohibición y desaparición de las que consideran contrarias no son tales. Son sólo miedo a vivir.