martes, 11 de noviembre de 2008

El ejemplo

Como la actualidad mundial está muy correosa he pensado que mejor buscaba un tema para desengrasar. Pero no hay manera. Todo parece estar dominado por lo mismo: Las elecciones en Estados Unidos y la crisis y sus consecuencias. Estos temas y sus flecos copan la atención de los medios mientras el resto de noticias cae en el marasmo. Si a esto añadimos que gran parte de la población ni lee ni ve los programas de noticias de las cadenas de televisión, el resto de la actualidad tiene pocas oportunidades de llegar a la población. Vivimos, pues, de impacto en impacto y cada vez el impacto ha de ser más grande, si no, apenas nos impresiona. Esto me lleva a pensar que la esencia de los hechos hace tiempo que se ha desvirtuado, en ocasiones hasta banalizarse o incluso desparecer, y sólo queda el artificio. La percepción de la realidad cambia y, en consecuencia, nuestra relación con ella también, hasta el punto que se puede estar gestando una generación de personas que pueden llegar a ver las cosas de una forma diametralmente opuesta a cómo han sido percibidas hasta ahora por nuestra sociedad. Un cambio de estas características puede llevar, parece estar llevando, a una transformación profunda de las bases ideológicas y sociales sobre las que se sustenta nuestro mundo occidental. Me refiero a una sociedad occidental descohesionada, desapegada de sí misma y del resto del mundo que sólo piensa en sobrevivir al día a día.
Los adolescentes de hoy llevarán el peso del mundo mañana. Pero están recibiendo unos mensajes por nuestra parte que hablan de enriquecimiento fácil y rápido, que el que se esfuerza y trabaja es un “pringao” y que los telediarios son una versión descafeinada de los reality shows en los que se va de impacto en impacto. Ya se que hay juventud que está por otras cosas pero no se si les dejaremos margen de prosperar. Los que hemos de cambiar somos nosotros, nunca es tarde, y demostrar que otra visión es posible. La infancia aprende con el ejemplo. Demos un ejemplo que valga la pena. Todos nos lo agradeceremos.

miércoles, 29 de octubre de 2008

G-20: Agua

¿Será que sí? ¿Será que no? ¿Enseñaremos la patita o nos darán con la puerta en las narices? Bueno, con la puerta en las narices ya nos han dado. Ahora falta saber si todavía estaremos el día antes con las maletas hechas y en la sala de embarque del aeropuerto esperando una llamada que no se producirá. La cumbre del G-20 le está amargando la existencia al presidente Zapatero, él que iba presumiendo por los foros internacionales del sistema financiero y bancario español como el mejor del mundo. Y van y le hacen este feo. No tienen perdón de Dios. Pero, claro, nuestra política exterior tampoco se ha cubierto de gloria en estos años de socialismo y los errores, más pronto o más tarde, se pagan.
Para que nuestro presidente Zapatero se relaje, le he de decir que lo peor que podía pasarnos es que, al final, nos invitaran. Llegaríamos a la cumbre y sentiríamos las miradas de conmiseración de los realmente importantes, los que no necesitan invitación porque con una llamada telefónica se citan y saben que habrá mesa y mantel para ellos, como siempre ha sido. Luego, nuestras intervenciones parecerían las del niño resabiado Pitagorín. En las conclusiones, resoluciones o acuerdos, tendríamos el papel del convidado de piedra o, como mucho, decir Amén Jesús para demostrar que estamos con los realmente importantes. Y para rematar el asunto, en las fotos quedaríamos forzados, como cuando se va de rebote o sin ganas a esas bodas o banquetes y en el reportaje fotográfico aparecemos con cara de “qué diablos hago yo aquí”. Así que es mejor que no nos llamen, así después nadie podrá decirnos nada.
Nada, porque nada se sacará de esta cumbre. Y esto no es pesimismo, sino clara constatación de la realidad. Hasta el momento, gran parte de las medidas adoptadas por los realmente importantes se han saltado a la torera la ortodoxia económica vigente y no se vislumbran milagros, únicamente los estados poniendo más dinero público para sostener la estructura. Se propondrán más controles, más regulación, más medidas de seguridad, pero no nos engañemos, los que ahora se desgañitan pidiendo control son los que, cuando llegue la bonanza, pedirán liberalización. La economía mundial ha corrido riesgos que ahora ha de pagar, lo malo es que los vamos a pagar todos y la pobreza del mundo se acentuará aún más.
Desde este rinconcito sólo nos queda apretar y aguantar. Como todos le están viendo las orejas (y los dientes) al lobo, parece que por dinero no va a quedar pero no creo que se saque nada más de la cumbre del G-20. Una reordenación del sistema económico mundial supondría limitar la explotación del tercer mundo por parte del primero, que el objetivo de muchas empresas no fuera lucrarse a cualquier precio, que las cosas no fueran como son. No parece que eso vaya a suceder.

lunes, 6 de octubre de 2008

“Crisis ¿What crisis?” (2)

La situación se ha desbordado. En pocas semanas la quiebra de diversas instituciones financieras e hipotecarias, hasta hace nada de una aparente y acreditada solvencia, ha puesto a inversores y ahorradores al borde del colapso nervioso. Si a esto se añade la gran imagen de unidad y coordinación de acciones que la clase política (da lo mismo el país) ha mostrado podemos sentirnos totalmente seguros, seguros que la cosa va mal y aún va a ir peor. Porque a los elementos objetivos (burbujas inmobiliarias, productos financieros tóxicos, políticas de inversión temerarias cuando no irresponsables, etc.) se les suman, por influencia de estos, los subjetivos (principalmente el miedo). Es curioso que los sentimientos más radicales (miedo, pánico, alegría) se contagien tan rápida y fácilmente mientras que otro tipo de sentimientos más introspectivos no (es difícil que la melancolía corra como reguero de pólvora entre las masas). Pero el miedo de los mercados no es la causa de la crisis, sólo la consecuencia.
Se comentaba hace ya unos años en círculos económicos que el ciclo alcista de la economía estaba siendo muy prolongado, dando la impresión que no podía durar mucho más, como así ha sido. Ahora las dudas son referentes a cuanto va a durar el ciclo recesivo y, especialmente, qué intensidad va a tener. Como siempre hay opiniones para todos los gustos. Las de los políticos profesionales en el poder o sus cercanías las podemos descartar, nunca dirán abiertamente la verdad primero porque no la conocen realmente y segundo porque para muchos sería antielectoral. Las opiniones de los responsables del sector financiero/bancario tampoco han de tener un gran predicamento, son parte interesada y en muchos casos responsable del desastre. De la legión de gurús y expertos varios es de la que quizá podamos sacar algún detalle pero con algunos matices. En primer lugar desecharemos a los optimistas. En segundo lugar, al resto los clasificaremos en pesimistas moderados, extremos y catastrofistas. Desecharemos a todos los moderados y a la mitad de los extremos y catastrofistas. En tercer lugar haremos una fusión de las opiniones restantes y podríamos tener algo parecido al cincuenta por ciento de una aproximación a lo que ha de venir.
Y lo que va a venir es que en breve cientos de miles de hipotecas basura de Estados Unidos van a pasar su revisión automática, al alza, del tipo de interés. Se desconoce el número de personas que no la podrán afrontar, pero será grande, muy grande. Entonces sabremos donde fueron a parar todos esos paquetes de hipotecas subprime que se vendieron y revendieron en el mercado financiero y ya muchos (bancos) no podrán esconder sus cartas. Hablando de “lo nuestro”, todos parecen coincidir que el sistema bancario español es más sólido que los demás (lo dice hasta la prensa extranjera entendida) y que ha hecho bien sus deberes, por lo que aunque no dejaremos de sentir el embate del temporal, otros en Europa y en el resto del mundo lo pasarán peor. Sin embargo, día sí día también, las aseguradoras de riesgo que cubren el crédito para que las empresas vendan sus productos a sus clientes con la garantía de que cobrarán no paran de rebajar, cuando no suprimir, sus calificaciones. Sin crédito el sistema se seca y, como el motor de un automóvil, se quema y se para. ¿Hasta qué punto llegará la parálisis? Cojamos aliento…

jueves, 18 de septiembre de 2008

El cambio

La naturaleza del ser humano es especial. Especial porque se aparta de la propia condición de su ser (humano) para adentrarse en la inhumanidad, que no en la animalidad. Los animales no se apartan de su condición animal, no pretenden ser otra cosa, y sus actos responden a la lógica aplastante de la naturaleza. Se dirá que en los animales lo que prima es el instinto natural, una especie de orejeras que sólo permiten moverse en una dirección. Pero yo pienso que el ser humano también se rige por el instinto, aunque no de tipo natural. Más bien se trataría de un instinto artificial, creado a través de los siglos por el aluvión de formas de alienación con el que la sociedad se ha ido dotando. La sociedad: ese monstruo formado por todos y por ninguno, que condiciona nuestras vidas pero que no puede cambiarse a sí misma, en la que todos influimos pero en la que no tenemos ninguna influencia.
Las formas de dominación, las leyes, las normas sociales, las religiones, los métodos de producción y un sinfín de cosas más han hecho del ser humano lo que es: alguien que pretende ser una cosa diferente de lo que en realidad es, porque cree que ha superado su instinto animal y ahora es racional y se ha autocalificado de “Homo Sapiens Sapiens”.
Lo anterior no quiere decir que, en el fondo, todos seamos unos bestias, sino que los seres humanos hemos “olvidado” cómo escucharnos, cómo relacionarnos, cómo vivir de acuerdo a un modo que, a falta de una palabra mejor, definiríamos como “natural”. Es lo que de vez en cuando nos dice esa vocecita en el interior de nuestra cabeza y que rápidamente acallamos y aplastamos. De este enfrentamiento entre la realidad y la ficción surge el conflicto. Esta confrontación tiene rasgos autistas, todos nos miramos el ombligo para qué lo vamos a negar, pero la cosa va a mayores.
En la, para mí, soberbia película “El silencio de los corderos” (1991) de Jonathan Demme, el doctor Hanníbal Lecter orienta a la agente del FBI Clarice Starling sobre la naturaleza humana y las motivaciones que mueven al psicópata que Clarice ha de capturar, la necesidad de arrancar a sus víctimas aquello que ha de ser suyo y que éstas no merecen. Porque para el ser humano de hoy en día sólo hay una cosa peor que su conflicto entre lo que es y lo que pretende ser: ver, o al menos creerlo, que otro ser humano sí que es lo que pretende ser. Eso nos enfrenta con la insoportable idea que otra vida, otro mundo, es posible y está a nuestro alcance pero que no somos capaces de lograrla. Decepción, frustración, envidia. Envidiamos aquello que vemos, lo codiciamos, y si no podemos tenerlo, preferimos destruirlo. Así, el que destaca por su inteligencia es denostado, el que asombra por su habilidad es ninguneado, el honrado es calumniado, el débil es aplastado y el feliz consigo mismo es sospechoso como mínimo de idiotez.
La denominada vida moderna no para de ofrecernos estímulos prometiéndonos esa otra vida posible pero en el fondo sabemos que no es así, que para ello deberíamos hacernos cargo de nuestras propias vidas y todo parece conspirar para que eso no se produzca. Además, muchas personas preferirían volverse locas antes que hacerse cargo de su propia vida.
Como dice el refrán, “la esperanza es lo último que se pierde”, así que esperemos que, con nuestro esfuerzo continuado, podamos superar nuestra “condición racional” y acercarnos a una condición natural más humana en la que, por ejemplo, no forcemos a nuestro cuerpo con comportamientos y actitudes insalubres, no clasifiquemos y compartimentemos a nuestros semejantes, respetemos nuestro entorno (aunque sólo sea porque es el único que tenemos) y podamos aspirar a algo más que a cambiar el coche, el móvil, la casa, los muebles, la pareja. Porque no hemos de cambiar las cosas sino cambiar nosotros.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

“Crisis ¿What crisis?”

Confieso que me he resistido todo lo que he podido pero no ha habido manera. Allá donde mirara, radio que escuchara o noticias que leyera, el tema aparecía con una presencia casi obsesiva. Así que no habrá más remedio que hablar de la crisis. España está en crisis.
“Crisis ¿What crisis?” titulaba el grupo musical Supertramp en los años 70 y pareciera adecuado preguntárselo ahora porque, como casi todo en esta vida, no es oro todo lo que reluce. Que los indicadores económicos de este año 2008 (inflación, paro, PIB, etc.) indican que la crisis está aquí, nadie puede negarlo. Pero me pregunto qué crisis reflejan esos indicadores. Porque hace ya mucho tiempo, meses e incluso años, que productos alimenticios de primera necesidad iniciaron una escalada de precios que en algunos casos se podría llamar criminal, que conseguir vivienda digna, de compra o alquiler, en muchas zonas del país, es inalcanzable para gran parte de la población, especialmente joven, que el tópico mileurismo manifiesta la endeble cota salarial en la que se mueven muchos, que las deslocalizaciones de empresas con beneficios son habituales, que del crecimiento económico del país se ha encargado principalmente un movimiento especulativo basado en la construcción que irónicamente no tenía cimientos, que......Todo esto y más aún, que era evidente para cualquier persona sensata, no se corrigió cuando se podía haber hecho y muchos han sido, hemos sido, cómplices por activa o pasiva de esta situación. Por lo que una parte de los ciudadanos de este país lleva en crisis hace tiempo.
Se dice que las causas vienen del exterior, el coste de la energía y la crisis hipotecaria americana. Pero aquí ya teníamos suficientes causas para generar lo que está pasando sin necesidad de contar con las de fuera.
Ahora grandes empresas, y no tan grandes, ven reducidos sus ingresos y cuando no, entran en pérdidas y sus patrimonios se devalúan, la cadena de pedidos y subcontrataciones se quiebra y la mancha de aceite se extiende, los bancos, tan generosos en los años previos, han cerrado el grifo y todos miran a ver qué hace el gobierno. Y lo primero que hizo el gobierno fue darnos 400 €, 200 en julio y el resto en cómodos plazos. Pero negó que estuviéramos en crisis. Ahora que parece que sí que lo estamos, se niega que estemos en recesión. Pero parece que lo estaremos antes de que acabe el año, el ministro de economía Pedro Solbes lo dice con la boca pequeña pero la Comisión Europea lo publica alto y claro. Mientras, se lanzan salvas de distracción: Nueva ley del aborto, ley de eutanasia.
El pato, como siempre, lo pagaremos entre casi todos, pero en muy distinta medida. Los trabajadores inmigrantes están en primera línea, principales afectados por la destrucción de empleo en la construcción, pero detrás venimos todos los demás. Para allá el año 2010, cuando según las previsiones actuales comencemos a remontar, sería necesario que hubiéramos escarmentado todos, especialmente nuestros dirigentes, y nos pusiéramos a hacer de este país una economía sólida, que no se basara en espejismos, donde elementos básicos como la salud, la vivienda, los productos de alimentación de primera necesidad tuvieran una regulación que impidiera que estuvieran en manos de la especulación. Y esto es intervencionista, sí ¿qué pasa? Si dejamos que el, para algunos, sacrosanto mercado rija las cosas estamos condenados a tropezar otra vez con la misma piedra.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Altius, citius, fortius

Analistas, comentaristas y demás “istas” de la prensa, radio y televisión, parecen coincidir en que la crispación política de la pasada legislatura ha desaparecido y que en ésta se podrá recuperar (si es que alguna vez la tuvimos) la normal confrontación política entre los representantes del pueblo con permiso de la crisis, recesión, reajuste o lo que sea que estemos padeciendo. Lo cual no es óbice para que sobre la mesa sigamos teniendo los mismos temas desde hace meses más alguno nuevo que ya saca la nariz. Entre los que llevan tiempo y prometen darnos más días de esperpento y jolgorio está lo que denominaría como la Ibarretxiada, ese pulso de cariz casi olímpico, en el que el Lehendakari Ibarretxe, con mayor o menor apoyo entusiasta del PNV, lleva ya tiempo enfrascado y que parece regirse por el lema clásico de los juegos de altius, citius, fortius. La última en cuanto a llegar más lejos es la petición a correligionarios y ciudadanía vasca en general para que denuncien al Estado Español en los organismos europeos por malo malote, ante el previsibilísimo palo del Constitucional a la Ley de Consulta al pueblo vasco.
Si habláramos en abstracto acerca de si los ciudadanos tienen el derecho a elegir su destino como colectivo, pueblo, nación o estado, parece que sí, que estaríamos de acuerdo que los ciudadanos tienen ese derecho. Lo que no estaría tan claro es cuando y cómo podrían esos mismos ciudadanos ejercer su derecho para, llegados a un extremo, no caer en un régimen de asamblea permanente. Es cierto que nuestra Constitución de 1978 tiene unas limitaciones y es producto de un momento en el que la naciente democracia española tuvo que tragarse unas cuantas ruedas de molino para garantizarse su viabilidad por lo que en cuanto a consultas populares el tema está más que claro. La Constitución es la que es y, si no se está de acuerdo, existen los mecanismos legales para reformarla. Que se hable claro a la ciudadanía, se busquen los apoyos políticos, se haga campaña por la reforma y se actúe consecuentemente con un régimen democrático, tanto si se alcanzan los objetivos como si no. Pero pensar que los valores universales (libertad, igualdad, etc.) los podemos esgrimir como espada flamígera y saltarnos nuestro ordenamiento jurídico es cuanto menos temerario.
No nos engañemos tampoco respecto de la voluntad popular. En los tiempos que corren está perfectamente agarrada al sentido práctico y es mucho más sensata que ciertos políticos que a la hora de pensar preguntas para consultar al pueblo parecen inspirados por los hermanos Marx y aquella conocida frase de una de sus películas que decía que “la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte”. Por otro lado, introducir el tema del terrorismo en este asunto es totalmente irresponsable. ETA es la menos interesada en que el pueblo vasco exprese libremente su opinión porque no iba a estar de acuerdo con ella.
Mientras tanto el tiempo corre, los plazos se van cumpliendo y veremos con que nuevas florituras dialécticas nos sorprende el Lehendakari Ibarretxe. Aunque haría mejor preocupándose de la pérdida de cuota electoral del PNV, no sea que lo acabemos viendo en el paro.

viernes, 29 de agosto de 2008

En campaña

Ya estamos en campaña electoral otra vez y parece que fue ayer, quizá lo fue. Los partidos preparan sus estrategias, los candidatos sus discursos con la ayuda de los asesores, los afiliados y simpatizantes aplauden, jalean, ríen, reparten propaganda, pegan carteles y hacen proselitismo. Todo como en unas elecciones normales. Salvo por la pequeña diferencia que en este rinconcito llamado España no vamos a votar, entre otras cosas porque no nos dejan. Las elecciones son en el imperio y el resto de países somos los convidados de piedra.
Es curioso esto de las elecciones en Estados Unidos. Salen tanto en las noticias de la prensa y la televisión que parece que un día de estos nos va a llegar a casa la papeleta donde nos dirán qué colegio electoral nos toca. Pero no nos engañemos, la mayoría de la población española no lee prensa y menos las noticias de política internacional. Y tampoco le interesan los telediarios. Sin embargo, como la historia ha demostrado, en estas elecciones en cierto modo van a elegir a nuestro presidente. Es verdad que ni él ni su equipo dictan nuestras leyes ni nos imponen directamente los impuestos que pagamos pero, en este mundo globalizado, sus decisiones pueden cambiar nuestras vidas de una manera que no pudimos jamás imaginar. Todos los escenarios internacionales abiertos y los que se puedan abrir, allí donde Estados Unidos piense que ha de estar, pueden modificar nuestra existencia. Pero no seamos pesimistas, si hemos sobrevivido a ocho años de Bush, podremos sobrevivir a lo que venga. Y lo que viene es la posibilidad que un hombre negro llega a la Casa Blanca. Barack Obama, del que se ha estado hablando desde hace meses y del que más se va a hablar aún. Barack Obama, que le ganó a Hillary Clinton la candidatura demócrata en una lucha a cara de perro. Barack Obama, con un discurso muy ilusionante y esperanzador pero que los analistas todavía tildan de bastante gaseoso. Frente a él, John McCain que no sabe cuantas casas tiene. John McCain, republicano que no gusta a los ultra conservadores. John McCain, que de momento no parece que haría una política muy diferente de la de Bush.
Los votantes de Estados Unidos están frente a una decisión histórica: Situar a un hombre negro como su presidente, con todas las connotaciones que para ese país supondría tal hecho. Éste es un punto de distorsión porque que un candidato sea negro o blanco no lo hace ni mejor ni peor para dirigir una nación, pero puede provocar una reacción en las conciencias de determinadas masas de votantes que no se ajustaría al teórico objetivo de esta o cualquier otra elección, esto es, elegir al candidato que se considere mejor para gobernar el país. ¿Se imaginan que en España un partido de los principales presentara a un candidato negro o árabe para presidente del gobierno? ¿Y en Cataluña? ¿Se imaginan a un partido del arco parlamentario catalán con un candidato a President de la Generalitat, nacido en Cataluña, hijo de inmigrantes africanos, sobradamente preparado, con estudios y experiencia en gestión pública y privada, hablando perfectamente catalán, castellano, inglés y francés, pero negro o árabe? Los votantes ¿verían todas las cualidades del candidato o sólo que un negro o un “moro” podría ser su President?
Cuando podamos contestarnos las preguntas anteriores con sinceridad y objetividad, podremos opinar sobre los dilemas que se les presentan a otros. La verdad es que estas semanas que faltan hasta las elecciones de noviembre en Estados Unidos se presentan apasionantes y dependiendo del resultado final podemos estar en el inicio de una nueva era. O no. Y no me refiero a dependiendo quien gane sino a que las expectativas siempre están en nosotros y las proyectamos en los demás. No hay que olvidar que Obama y McCain son dos candidatos de un mismo sistema. Un sistema con poco margen de maniobra como hemos visto en la historia de Estados Unidos.

El mundo temblará

Ahora que unos días nos separan ya del final de la olimpiada, una frase atribuida a Napoleón Bonaparte me ha venido a la cabeza: Cuando China despierte el mundo temblará. No se qué ha sido exactamente lo que ha traído este pensamiento. De la capacidad China ya hace unos años que tenemos constancia, pero el despliegue de dominio tecnológico, imaginación y potencial humano que millones de teleespectadores pudimos ver en directo en las ceremonias de inauguración y clausura habrá dejado con la boca abierta a más de uno.
Muchos años han pasado ya del famoso “Gran salto hacia delante” de Mao que pretendió sacar a China del pasado para convertirla en una nación moderna. Ahora China se prepara para otro gran salto, el que la llevará a ser la nación líder del mundo, con permiso de Estados Unidos.
Para dar este segundo gran salto China lleva unos cuantos años tomando carrerilla, desde los ochenta más o menos, creciendo vertiginosamente tanto en producción como en consumo. Este último aspecto puede ser quizá el punto débil que haga trastabillar la carrera: El consumo. China se ha puesto a consumir de todo y a todos los niveles. China está en África para garantizarse mercados y materias primas. China está también en los mercados financieros, invirtiendo y comprando empresas occidentales. En lo deportivo, China ha dominado el medallero de las olimpiadas. En lo privado, millones de chinos se han lanzado a la fiebre consumista con la fe del converso e incluso a nivel dietético el consumo de carne se ha disparado. El pero a todo esto es que esta expansión coincide a nivel mundial con un momento energético delicado, con un petróleo que según la mayoría de expertos ha iniciado ya su declive en cuanto a reservas, descenso que puede llevar al planeta a quedarse a dos velas en muy poquitas décadas, ante la falta hoy por hoy de alternativas fiables a corto o medio plazo. De ahí hechos como la guerra de Irak o los movimientos para hacerse con el control del Ártico. Los países productores ya han dicho que no permitirán que el precio del barril baje de los 100 dólares, antes cerrarán el grifo. Y con las reservas menguando y el grifo de la producción para pocas alegrías la expansión china puede quedar comprometida.
¿Se resignará China al riesgo de ver truncadas sus expectativas? ¿Cómo se manejan mil trescientos millones de personas a las que se les está enseñando la zanahoria que igual la inmensa mayoría no probará? ¿Existen alternativas? De momento la receta es la misma para todos: Crecimiento sostenible, investigación en energías alternativas, reciclaje de materias, políticas para la preservación del medio ambiente (aunque no se lo crean es el mismo para todos y nos ha de durar), etc. Lo malo es que China, y otros países en procesos de desarrollo, están haciendo el equivalente histórico a la revolución industrial que occidente hizo hace un par de siglos y le permitió desarrollarse y ponerse a la cabeza mundial, gracias a ninguna consideración medioambiental (entonces no se llevaban estas cosas), energía abundante y barata (las colonias proporcionaban) y mano de obra abundante, barata y con pocos o ningún derecho (la clase obrera). Siguiendo con el caso de China, ésta no estaría en el proceso expansionista en el que se encuentra si no se pasara por el forro el medioambiente y muchos obreros de las fábricas no trabajaran en condiciones deplorables y con sueldos míseros para suministrar productos competitivos a occidente.
En un mundo en el que actualmente la frustración individual es mal tolerada y se compensa en el próximo centro comercial ¿Cómo se compensa una frustración colectiva inmensa? La situación que se plantea tiene difícil solución, máxime cuando cada país vela sólo por sus intereses. Al ritmo actual no hay energía para todos y esto es gravísimo y comportará cambios en la concepción de nuestro mundo. Cambios que nos parecerán de risa porque, en menos años de lo que nos podamos imaginar, puede que no haya agua para todos. Entonces sí que nos reiremos, aunque no nos hará ninguna gracia.

jueves, 28 de agosto de 2008

La magnitud de la tragedia

He tomado prestado el título de un libro de Quim Monzó porque refleja con exactitud el baremo según el cual nuestros medios de comunicación (en concreto las cadenas de televisión generalistas) se rigen a la hora de informarnos sobre las desgracias que ocurren en el mundo. El accidente del avión de Spainair es un buen ejemplo. Desde el primer momento las cadenas se lanzaron a intentar ofrecer la mayor información posible y las imágenes con mayor impacto. Como la zona del accidente era área restringida y no pudieron acceder a ella, enviaron periodistas y cámaras a los hospitales donde previsiblemente se llevaría a los heridos. Y allí sí nos pudieron mostrar cuerpos heridos, carne quemada a un par de metros del objetivo de la cámara. Pero los heridos eran pocos y algunos habían llegado a los hospitales antes que las cámaras (¡mecachis!), así que lo siguiente sería buscar imágenes de familiares, amigos y allegados de las víctimas. Y allá que te va, recorriendo los aeropuertos de origen y destino del vuelo. Y aparecieron personas con semblante descompuesto, llorosas o como en estado de shock. Y sus llegadas, idas y venidas, fueron repetidas hasta la saciedad. Y luego les tocó el turno a las autoridades y a los políticos para figurar.
Mientras tanto, en cualquier calle de cualquier pueblo o ciudad, personas igualmente anónimas, como los pasajeros y la tripulación del vuelo, estaban viviendo quizá a la misma hora sus particulares tragedias sin que los focos los iluminaran: Una enfermedad terminal, un accidente de tráfico, un desahucio, una pérdida de empleo con importantes deudas amenazando…Sería violento, repudiable, ridículo y muchas más cosas, que las televisiones nos mostraran las tragedias particulares de cada cual. Pero si las tragedias individuales se suman en una colectiva entonces sí hay cancha, sí hay competición. Si una persona tiene un accidente de automóvil y queda herida, e incluso quemada, todas las cadenas de televisión no correrán a grabarla. Pero si esa misma persona tiene la “desgracia” de tener su accidente junto con más personas, en el mismo sitio y a la misma hora, pasará a ser un trozo, una partícula del elemento noticioso, que podrá ser cortada, troceada, pegada, parcheada, manoseada e incluso, pasado el tiempo, regurgitada en resúmenes anuales o para cortinillas de autopromoción.
¿Es posible otro tratamiento de este tipo de accidentes? Creo que sí. Creo que se puede saltar lo particular para centrarse en lo general. ¿Qué es lo que queremos, lo que nos interesa o nos debería interesar realmente? Que el avión sea un medio de transporte lo más seguro posible. La seguridad total no existe pero ha de ser el objetivo hacia el que dirigirse. Naturalmente no queremos que nadie muera pero eso es como esperar que el sol no salga por el este. Lo que queremos y debemos esperar es que el elemento fortuito, excepcional e impredecible sea el único responsable. Porque, al final, siempre acaba siendo un cable que se soltó, un tornillo que se aflojó, un procedimiento que no se siguió o cualquier otra cosa similar. Y eso se podría haber evitado con más investigación, mejores materiales, mejores procesos, más mantenimiento, más de algo. Pero, entonces, los costes… ¡Ah, los costes!
En cualquier caso, a los muertos y a los heridos dejémoslos en paz.