miércoles, 29 de octubre de 2008

G-20: Agua

¿Será que sí? ¿Será que no? ¿Enseñaremos la patita o nos darán con la puerta en las narices? Bueno, con la puerta en las narices ya nos han dado. Ahora falta saber si todavía estaremos el día antes con las maletas hechas y en la sala de embarque del aeropuerto esperando una llamada que no se producirá. La cumbre del G-20 le está amargando la existencia al presidente Zapatero, él que iba presumiendo por los foros internacionales del sistema financiero y bancario español como el mejor del mundo. Y van y le hacen este feo. No tienen perdón de Dios. Pero, claro, nuestra política exterior tampoco se ha cubierto de gloria en estos años de socialismo y los errores, más pronto o más tarde, se pagan.
Para que nuestro presidente Zapatero se relaje, le he de decir que lo peor que podía pasarnos es que, al final, nos invitaran. Llegaríamos a la cumbre y sentiríamos las miradas de conmiseración de los realmente importantes, los que no necesitan invitación porque con una llamada telefónica se citan y saben que habrá mesa y mantel para ellos, como siempre ha sido. Luego, nuestras intervenciones parecerían las del niño resabiado Pitagorín. En las conclusiones, resoluciones o acuerdos, tendríamos el papel del convidado de piedra o, como mucho, decir Amén Jesús para demostrar que estamos con los realmente importantes. Y para rematar el asunto, en las fotos quedaríamos forzados, como cuando se va de rebote o sin ganas a esas bodas o banquetes y en el reportaje fotográfico aparecemos con cara de “qué diablos hago yo aquí”. Así que es mejor que no nos llamen, así después nadie podrá decirnos nada.
Nada, porque nada se sacará de esta cumbre. Y esto no es pesimismo, sino clara constatación de la realidad. Hasta el momento, gran parte de las medidas adoptadas por los realmente importantes se han saltado a la torera la ortodoxia económica vigente y no se vislumbran milagros, únicamente los estados poniendo más dinero público para sostener la estructura. Se propondrán más controles, más regulación, más medidas de seguridad, pero no nos engañemos, los que ahora se desgañitan pidiendo control son los que, cuando llegue la bonanza, pedirán liberalización. La economía mundial ha corrido riesgos que ahora ha de pagar, lo malo es que los vamos a pagar todos y la pobreza del mundo se acentuará aún más.
Desde este rinconcito sólo nos queda apretar y aguantar. Como todos le están viendo las orejas (y los dientes) al lobo, parece que por dinero no va a quedar pero no creo que se saque nada más de la cumbre del G-20. Una reordenación del sistema económico mundial supondría limitar la explotación del tercer mundo por parte del primero, que el objetivo de muchas empresas no fuera lucrarse a cualquier precio, que las cosas no fueran como son. No parece que eso vaya a suceder.