viernes, 29 de agosto de 2008

En campaña

Ya estamos en campaña electoral otra vez y parece que fue ayer, quizá lo fue. Los partidos preparan sus estrategias, los candidatos sus discursos con la ayuda de los asesores, los afiliados y simpatizantes aplauden, jalean, ríen, reparten propaganda, pegan carteles y hacen proselitismo. Todo como en unas elecciones normales. Salvo por la pequeña diferencia que en este rinconcito llamado España no vamos a votar, entre otras cosas porque no nos dejan. Las elecciones son en el imperio y el resto de países somos los convidados de piedra.
Es curioso esto de las elecciones en Estados Unidos. Salen tanto en las noticias de la prensa y la televisión que parece que un día de estos nos va a llegar a casa la papeleta donde nos dirán qué colegio electoral nos toca. Pero no nos engañemos, la mayoría de la población española no lee prensa y menos las noticias de política internacional. Y tampoco le interesan los telediarios. Sin embargo, como la historia ha demostrado, en estas elecciones en cierto modo van a elegir a nuestro presidente. Es verdad que ni él ni su equipo dictan nuestras leyes ni nos imponen directamente los impuestos que pagamos pero, en este mundo globalizado, sus decisiones pueden cambiar nuestras vidas de una manera que no pudimos jamás imaginar. Todos los escenarios internacionales abiertos y los que se puedan abrir, allí donde Estados Unidos piense que ha de estar, pueden modificar nuestra existencia. Pero no seamos pesimistas, si hemos sobrevivido a ocho años de Bush, podremos sobrevivir a lo que venga. Y lo que viene es la posibilidad que un hombre negro llega a la Casa Blanca. Barack Obama, del que se ha estado hablando desde hace meses y del que más se va a hablar aún. Barack Obama, que le ganó a Hillary Clinton la candidatura demócrata en una lucha a cara de perro. Barack Obama, con un discurso muy ilusionante y esperanzador pero que los analistas todavía tildan de bastante gaseoso. Frente a él, John McCain que no sabe cuantas casas tiene. John McCain, republicano que no gusta a los ultra conservadores. John McCain, que de momento no parece que haría una política muy diferente de la de Bush.
Los votantes de Estados Unidos están frente a una decisión histórica: Situar a un hombre negro como su presidente, con todas las connotaciones que para ese país supondría tal hecho. Éste es un punto de distorsión porque que un candidato sea negro o blanco no lo hace ni mejor ni peor para dirigir una nación, pero puede provocar una reacción en las conciencias de determinadas masas de votantes que no se ajustaría al teórico objetivo de esta o cualquier otra elección, esto es, elegir al candidato que se considere mejor para gobernar el país. ¿Se imaginan que en España un partido de los principales presentara a un candidato negro o árabe para presidente del gobierno? ¿Y en Cataluña? ¿Se imaginan a un partido del arco parlamentario catalán con un candidato a President de la Generalitat, nacido en Cataluña, hijo de inmigrantes africanos, sobradamente preparado, con estudios y experiencia en gestión pública y privada, hablando perfectamente catalán, castellano, inglés y francés, pero negro o árabe? Los votantes ¿verían todas las cualidades del candidato o sólo que un negro o un “moro” podría ser su President?
Cuando podamos contestarnos las preguntas anteriores con sinceridad y objetividad, podremos opinar sobre los dilemas que se les presentan a otros. La verdad es que estas semanas que faltan hasta las elecciones de noviembre en Estados Unidos se presentan apasionantes y dependiendo del resultado final podemos estar en el inicio de una nueva era. O no. Y no me refiero a dependiendo quien gane sino a que las expectativas siempre están en nosotros y las proyectamos en los demás. No hay que olvidar que Obama y McCain son dos candidatos de un mismo sistema. Un sistema con poco margen de maniobra como hemos visto en la historia de Estados Unidos.