viernes, 29 de agosto de 2008

El mundo temblará

Ahora que unos días nos separan ya del final de la olimpiada, una frase atribuida a Napoleón Bonaparte me ha venido a la cabeza: Cuando China despierte el mundo temblará. No se qué ha sido exactamente lo que ha traído este pensamiento. De la capacidad China ya hace unos años que tenemos constancia, pero el despliegue de dominio tecnológico, imaginación y potencial humano que millones de teleespectadores pudimos ver en directo en las ceremonias de inauguración y clausura habrá dejado con la boca abierta a más de uno.
Muchos años han pasado ya del famoso “Gran salto hacia delante” de Mao que pretendió sacar a China del pasado para convertirla en una nación moderna. Ahora China se prepara para otro gran salto, el que la llevará a ser la nación líder del mundo, con permiso de Estados Unidos.
Para dar este segundo gran salto China lleva unos cuantos años tomando carrerilla, desde los ochenta más o menos, creciendo vertiginosamente tanto en producción como en consumo. Este último aspecto puede ser quizá el punto débil que haga trastabillar la carrera: El consumo. China se ha puesto a consumir de todo y a todos los niveles. China está en África para garantizarse mercados y materias primas. China está también en los mercados financieros, invirtiendo y comprando empresas occidentales. En lo deportivo, China ha dominado el medallero de las olimpiadas. En lo privado, millones de chinos se han lanzado a la fiebre consumista con la fe del converso e incluso a nivel dietético el consumo de carne se ha disparado. El pero a todo esto es que esta expansión coincide a nivel mundial con un momento energético delicado, con un petróleo que según la mayoría de expertos ha iniciado ya su declive en cuanto a reservas, descenso que puede llevar al planeta a quedarse a dos velas en muy poquitas décadas, ante la falta hoy por hoy de alternativas fiables a corto o medio plazo. De ahí hechos como la guerra de Irak o los movimientos para hacerse con el control del Ártico. Los países productores ya han dicho que no permitirán que el precio del barril baje de los 100 dólares, antes cerrarán el grifo. Y con las reservas menguando y el grifo de la producción para pocas alegrías la expansión china puede quedar comprometida.
¿Se resignará China al riesgo de ver truncadas sus expectativas? ¿Cómo se manejan mil trescientos millones de personas a las que se les está enseñando la zanahoria que igual la inmensa mayoría no probará? ¿Existen alternativas? De momento la receta es la misma para todos: Crecimiento sostenible, investigación en energías alternativas, reciclaje de materias, políticas para la preservación del medio ambiente (aunque no se lo crean es el mismo para todos y nos ha de durar), etc. Lo malo es que China, y otros países en procesos de desarrollo, están haciendo el equivalente histórico a la revolución industrial que occidente hizo hace un par de siglos y le permitió desarrollarse y ponerse a la cabeza mundial, gracias a ninguna consideración medioambiental (entonces no se llevaban estas cosas), energía abundante y barata (las colonias proporcionaban) y mano de obra abundante, barata y con pocos o ningún derecho (la clase obrera). Siguiendo con el caso de China, ésta no estaría en el proceso expansionista en el que se encuentra si no se pasara por el forro el medioambiente y muchos obreros de las fábricas no trabajaran en condiciones deplorables y con sueldos míseros para suministrar productos competitivos a occidente.
En un mundo en el que actualmente la frustración individual es mal tolerada y se compensa en el próximo centro comercial ¿Cómo se compensa una frustración colectiva inmensa? La situación que se plantea tiene difícil solución, máxime cuando cada país vela sólo por sus intereses. Al ritmo actual no hay energía para todos y esto es gravísimo y comportará cambios en la concepción de nuestro mundo. Cambios que nos parecerán de risa porque, en menos años de lo que nos podamos imaginar, puede que no haya agua para todos. Entonces sí que nos reiremos, aunque no nos hará ninguna gracia.