miércoles, 25 de noviembre de 2009

Un poco de nada

Llevo dos días al pairo. Ni pajolera idea sobre qué escribir ni qué hacer ni video que subir ni madre que lo trajo. Para alguien que se lee los prospectos de los medicamentos y las etiquetas de los champús y que no para de generar paridas mentales las veinticuatro horas del día es una situación cuando menos sorprendente. Por eso mismo, resolutivo que es uno, he decidido coger el toro por los cuernos y plantarme delante de la límpida hoja blanca, simulada en la pantalla del ordenador. Resultado: nada. Para colmo los de la limpieza han puesto el aspirador en marcha a mi lado (estoy todavía en la ofi, cosas del pluriempleo) y mi nada se ha visto repentinamente rellena de un zumbido ensordecedor que está a punto de reventarme las meninges. Tras diez minutos de tortura, el silencio subsiguiente es como caer de lleno en el Mar de la Tranquilidad de la Luna. Recupero mi nada, hecha unos zorros la pobre después del mal trago, y constato que ya tengo algo. Vamos haciendo, pues. Estoy en la oficina a estas horas porque tengo dos trabajos: el de la mañana y el de la tarde. Y tengo dos trabajos porque necesito dos sueldos para igualar el sueldo que tenía antes de que me echaran en marzo pasado del trabajo en el que me las prometía muy felices cuando lo encontré hace casi cuatro años. Y aún así sigo más pobre que las ratas. De repente mi nada ha pasado a convertirse en terapia, como el chiste del fulano que entra en la tienda de fotografía y empieza a explicarle sus miserias al dependiente. Un blog viene a ser eso: expresas tus cuitas, manías, obsesiones, aficiones compulsivas, pinitos literarios (¡Os habéis fijado cuantos blogs de poesía hay!), amores desgraciados, etc. y parece que ahí puestos en el escaparate no se ven tan mal. Esto coge cuerpo. Los dos trabajos que tengo son en una administración pública (no diré cual, como dicen en las películas, para proteger a los inocentes), el de la mañana directamente y el de la tarde indirectamente, pero no soy funcionario ni nada de eso: trabajador laboral con contrato temporal. O sea funambulista (palabra que no está reconocida por la RAE pero que me gusta más que funámbulo, que sí lo está). Esto de la terapia va bien. Cuando se apaga el ordenador y se marcha uno a la calle a que le de el aire, se siente satisfecho de haber pergeñado unas cuantas tonterías y haberlas puesto en conocimiento de las masas y ya se pone a pensar en cuales serán las siguientes (tonterías). Ha ido mejor de lo que esperaba, porque ya se me han ocurrido cosas para unos cuantos días. Y todo os lo debo a vosotr@s, ahí sentados aguantándome el rollo. Sois mis psicoterapeutas vocacionales. De finales, una muestra de inteligencia a cargo de mi admiradísimo Forges, que le coge bien el aire a esto del trabajo público, siempre exagerándolo un poco, claro, ejem, bien. Hasta mañana.