miércoles, 3 de febrero de 2010

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No se si es un montaje pero, en cualquier caso, valdría la pena que no. Mi admiración por el género femenino corre pareja con mi decepción ante la escasa cohesión que la mujer ha mantenido y mantiene con sus compañeras de género. Siempre que se da la circunstancia en una conversación digo lo mismo: el peor enemigo de la mujer ha sido y es la mujer misma. A pesar de los esfuerzos, a lo largo de los años, de muchas asociaciones y luchadoras en solitario, por crear una conciencia femenina respecto de sus circunstancias aún desfavorables en esta sociedad, por salir del ostracismo secular, por luchar y hacerse valer frente a un patriarcado de raíz judeocristiana que las ha sepultado durante siglos, muchas mujeres siguen cayendo en las mismas trampas de siempre, en asumir un rol secundario, en alcanzar por encima de todo su objetivo de marido-casa-niños, en plegarse a una desquiciada carrera en pos de unos cánones de belleza artificiales creados en los mismos laboratorios cosméticos que crean los potingues buenos-para-nada que casi todas corren a comprar. Y caen en el que considero el peor de los errores: educar a sus hijas (por acción u omisión) en los mismos valores que perpetuaran su rol secundario.
Mientras, en otras partes del mundo, heroínas anónimas se juegan algo más que el último descubrimiento cosmético para estar divinas este verano con la nueva línea de baño de cualquier modistillo que promocionen en el “Cosmo”. Porque lo importante es ser una chica “Cosmo” ¿No?