lunes, 12 de abril de 2010

Inicios y continuaciones

Sopesados los pros y contras, arranco con la versión 1 del inicio de este relato que aún no sé si será muy extenso o no. Vamos a ver donde llego. De momento le pongo el título provisional de “Un camino de vuelta”, aunque puede que lo cambie en función de cómo avance la trama. A veces estas cosas tienen vida propia y te marcan el recorrido. Repito el primer párrafo que ya conocéis y sigo a partir de ahí. Gracias anticipadas por vuestra paciencia y benevolencia.

Ya estaba muerto. No había costado mucho, la verdad sea dicha, pero al principio no parecía que las cosas iban a ir tan rápidas y tan bien. Ahora faltaba únicamente deshacerse del cadáver. Eso ya sería otro cantar. Ciento diez kilos de gordo seboso no se manejan así como así. Se arrepentía de no haber traído la carretilla y eso que lo pensó antes de salir de casa pero, ya se sabe, los nervios y las prisas de última hora. Aunque, bien pensado, no tenía ni puñetera idea de donde podría estar la dichosa carretilla ni recordaba la última vez que la había usado. Hacía tanto tiempo ya. Era su primer trabajo en diez meses. Maldita crisis. Ya nadie quería matar a nadie.
Como pudo, arrastró el cuerpo y lo cargó en el maletero de su coche. Los amortiguadores se hundieron hasta casi hacer tope. Sudaba a mares a pesar del frío y de su enjuto cuerpo, parco en carnes. Salió conduciendo despacio del callejón donde todo había tenido lugar. Eran casi las ocho de la tarde, noche ya, de un plomizo día de noviembre, el último en la vida del Gordo Barnes. El hecho no iba a pasar a la historia, desde luego. Si acaso, a la memoria de unos pocos que acogerían la noticia con desigual interés. La persona que había encargado el trabajo se alegraría por la rapidez en su resolución. Sin embargo una jovencita, a la que el Gordo mantenía, le lloraría de corazón. Al flacucho Julio Dimitri, el asesino, sólo le preocupaba en ese momento llegar a un vertedero que conocía en las afueras. Allí podría lanzar el cuerpo desde el talud. En una hora empezarían a llegar los camiones de la basura a arrojar su carga. En la oscuridad de la noche, el cuerpo del Gordo Barnes quedaría sepultado por toneladas de deshechos y él podría pasar a cobrar el resto del trabajo. En el interior de su coche, la amplia sonrisa de Julio Dimitri era un tercer faro alumbrando la calle.

(Continuará)

Aquí dejo la entrada de otra serie mítica donde las haya con una estupenda banda sonora. Si el otro día eran detectives privados, hoy se trata de servidores de la ley. Las calles de San Francisco (1972) con Karl Malden, veterano de Hollywood, y un Michael Douglas comenzando a despuntar. Incluso con su doblaje de castellano a la sudamericana no me perdía ni un episodio.