miércoles, 11 de agosto de 2010

A la estupidez humana (por decir algo)

No deja de sorprenderme nunca la condición humana (por llamarla de alguna forma). Cuando parece que lo hemos visto y oído todo, cuando después de conocer la penúltima tontería nos decimos “ahora sí que ya no puede haber nada que supere a esto”, entonces va alguien en alguna parte y nos demuestra cuan equivocados estábamos. La cosa viene a cuento a raíz del Duodécimo Campeonato Mundial de Sauna que se celebraba el pasado fin de semana en Finlandia. Consiste el evento en ver quien aguanta más tiempo a 110º de temperatura y bajo una humedad también muy elevada. Los dos finalistas de esta edición perdieron el conocimiento en plena competición, en su afán por aguantar más que nadie. Y uno de ellos, el ruso Vladimir Ladyzhensky, murió posteriormente a causa de las graves quemaduras sufridas, mientras que el otro, Timo Kaukonen, vencedor de cinco de las siete últimas ediciones, tuvo que ser hospitalizado. Y digo yo: estos comportamientos a todas luces aberrantes ¿Se deberán a alguna carencia afectiva en la infancia? ¿O serán a causa de una disfunción hormonal? ¿Puede haber elementos ambientales que favorezcan tales conductas? ¿O quizá se trate sólo de la ausencia de las conocidas y nunca bien ponderadas “dos hostias a tiempo” que como medida de encauzamiento nunca deben faltar en el bagaje de padres o tutores?
El caso es que de una u otra forma, en mayor o menor medida, sucesos de más o menos similares características se repiten a lo largo y ancho de la geografía mundial, demostrando la transversalidad de estos fenómenos. Individuos de toda índole y condición se lanzan con desmesurado afán a acometer las más estúpidas empresas con un desprecio olímpico por la inteligencia. La cosa está tan extendida y popularizada que hasta unos anglosajones amigos de la guasa crearon los Premios Darwin, galardones destinados a honorar (casi siempre a título póstumo) a todos aquellos que contribuyeron a mejorar la genética de la especie por el método de quitarse (accidentalmente) de en medio con su comportamiento rematadamente estúpido. Como reza su lema, sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Vladimir Ladyzhensky es sin duda un próximo candidato a un premio Darwin.