martes, 4 de enero de 2011

Comportamientos universales: Nº 1

Haciendo cola se pueden observar y aprender muchas cosas. Ayer sin ir más lejos, estando en la cola de la ventanilla del banco, pude contemplar un fenómeno curioso: dos personas en apariencia totalmente opuestas tenían, sin embargo, un idéntico comportamiento que me atrevo a calificar de genéticamente innato. Una era una mujer joven, occidental, de veintitantos, vestida “casual” pero bien, calzando unas botas de caña alta de esas que valen una “pasta”. La otra era un joven también, de piel oscura y origen africano a juzgar por su acento al hablar con dificultad el castellano, vestido mucho más arrastrado (y no por casualidad) y calzando unas deportivas sin marca conocida y aspecto de haber sobrevivido a unas cuantas obras de la construcción. Estas dos personas de mundos tan aparentemente dispares, de culturas separadas por miles de kilómetros físicos y quizá mentales, sin embargo tenían el mismo comportamiento o reacción mientras estaban siendo atendidos en sendas ventanillas de la entidad bancaria: se pisaban un pie con el otro, con roce, balanceo y arrastre de la suela del pie pisador sobre el empeine del pie pisado. Y no había distinciones entre la humilde deportiva y la bota de prestigio, ambas sufrían el acoso del pie hermano. Era como una reacción involuntaria y casi infantil mientras sus cabezas estaban concentradas en la gestión bancaria que cada uno estuviera realizando en aquel momento. Fue casi un momento epifánico, en el que el observador avezado puede comprender, una vez más, que no sólo no somos tan diferentes sino que somos mucho más iguales de lo que podamos jamás llegar a sospechar. Seguiremos observando.