jueves, 14 de octubre de 2010

Poesía matutina

Iba conduciendo la otra mañana cuando un taxista realizó en mis narices una “maniobra a lo loco Iván”* saltándose cuatro carriles a la vez para poder girar a la izquierda viniendo desde la extrema derecha de la calzada en la que se encontraba (qué alegórico que me ha quedado esto). Es en momentos como ésos cuando uno piensa “vaya tontería de final, arrollado por un taxista” y desea que el término de sus días carezca de la violencia que el mundo de hoy parece imprimir a casi todos los ámbitos. En el estupendo libro “Ladrones de tinta” de Alfonso Mateo-Sagasta se hace referencia en sus primeras páginas al hecho curioso de que mientras los finales heroicos, sacrificados, violentos, desmedidos, etc., han gozado del predicamento de los poetas, nadie parece haber glosado y loado el final de la vida en la vejez, descansando plácidamente en el lecho en adormilada vigilia. Ningún autor ha alabado la senilidad en los postreros días o cantado las excelencias de la pérdida de control de los esfínteres, ningún verso nos ha transportado en alas de la belleza describiendo el baboso y balbuceante final de un saco de huesos. Eso me hace sospechar que todos llevamos interiorizado en lo más profundo que morir de viejo y en la cama es un “coñazo”. Eso explicaría la alegría con la que muchos ponen en riesgo sus vidas (y las de otros) en el desempeño de los actos más triviales: sería una manifestación subconsciente de ese miedo al “coñazo”. Los individuos que así se comportan, pues, no serían unos inconscientes incívicos y asociales, sino unos amantes de la poesía heroica sin saberlo. Va por ti, taxista:

¡Taxista! ¡Torero!
A ti, rey del ruedo asfáltico
Que presa de sentido trágico
Semejas filibustero.

¡Torero! ¡Taxista!
Que vives en un halo mágico
Rodeado de (en)seres de plástico
Al borde de la autopista.

¡Taxista! ¡Torero!
Aborda con ojo estrábico
El carril de la rúe cívica
Y no dejes con vida (pálpito)
Ni títere ni titiritero.

¡Olé!


*“Maniobra a lo loco Iván”. Dícese de aquella maniobra, realizada a los mandos de cualquier artilugio móvil, que desafía las más elementales normas de comportamiento cívico, las leyes de circulación y otro sinfín de leyes más (incluida en ocasiones la Ley de la Gravedad). La expresión está tomada de la película “La caza del Octubre Rojo” (Paramount Pictures, 1990), en la que los submarinos soviéticos realizan maniobras inesperadas para despistar a la armada de los Estados Unidos. N. del A.