jueves, 10 de junio de 2010

Un camino de vuelta (8)

VIII

Cuando se dirige una organización, sea del tipo que sea, los cabos sueltos, los flecos, los temas a rematar, suelen ser origen de muchos dolores de cabeza si no se toman a tiempo las medidas correctoras. Esto lo sabía muy bien Carlos Woizeck alias “El Polaco”, alias “El Jefe”, puesto que llevaba dirigiendo el negocio de los bajos fondos de la ciudad desde hacía diez años. Durante este periodo las había visto de todos los colores, pero su política de puño de hierro, y los consejos que le dio el antiguo Jefe en su día, le habían servido para mantenerse en lo alto y crecer. Pero ya se sabe que, en cuanto te despistas, aparece un listillo que te la quiere jugar. En este caso el listillo había sido el Gordo Barnes, que pensó que podía manejar las cuentas como manejaba a las putas, a su antojo. Solucionado el “problema Barnes”, quedaban los flecos. El primero, Dimitri, ya estaba resuelto. Ahora parecía que el Inspector Caldén podría estar husmeando en el asunto, aunque era improbable que supiera nada a ciencia cierta. De todas maneras, se le vigilaría de cerca. Ese tipo de policías solitarios no eran de su gusto. El Jefe prefería a los adscritos a la “nómina”. Caldén se había mantenido al margen porque había venido rebotado de otro destino hacía unos años y sólo había querido pasar desapercibido. Si ahora quería cambiar de táctica, la cruda realidad le haría una visita.
- ¿Dijo algo más ese desgraciado? – La pregunta se la hizo el Jefe a uno de sus hombres que había venido a informarlo.
- No, sólo suplicó.
- Bueno, encárgate de él y vigila a Caldén, pero no actúes sin consultarme antes.
- ¿Y la putita de Barnes?
- No sabía nada de todo el asunto. Sin la financiación del Gordo volverá a la calle o acabará en cualquier cuchitril, que es lo mismo que decir que terminará siendo fuente de ingresos de una u otra forma.
Con un gesto de la cabeza el Jefe despidió al hombre. Mientras se deleitaba exhalando el humo de su cigarro habano, su pensamiento se concentró en la próxima jugada del plan: muerto Barnes y a buen recaudo los libros, el siguiente paso sería el control definitivo de la zona de la costa, allí estaba el futuro. Grandes zonas residenciales y de recreo de lujo, con puertos deportivos, casinos y locales nocturnos donde los ricos estarían deseando gastarse su dinero. El Jefe estaba preparando su salto de delincuente urbano a hombre de negocios respetable.
Era tarde ya, más de las doce sin duda y decidió acostarse. Antes de subir a su habitación, apagó la luz del gran salón y apartó con la mano la cortina del ventanal. Le gustaba contemplar la ciudad desde la oscuridad de su refugio. La misma ciudad que le había visto llegar de niño, un zarrapastroso salvaje crecido a base de los palos de su padre, un marino mercante que se había quedado cojo en un accidente. Hasta que, con doce años, decidió empujarlo escaleras abajo una noche que llegaba borracho como de costumbre. Luego vinieron sus inicios de chico para todo en la organización. Más tarde sus primeros trabajos como joven matón con agallas en las primeras guerras entre bandas por el control de los negocios del puerto. Allí consiguió su reputación de hombre duro, sin miedo ni moral. Pronto destacó y llamó la atención del anterior jefe, que lo tomó bajo su protección. Habían pasado muchos años, muchos negocios y muchos muertos, sí. Por eso consideraba que esa ciudad era suya, le pertenecía, hasta el último ladrillo, hasta la última alma. Cualquiera que se interpusiera en sus planes sólo podía acabar en el más espantoso de los finales.

(Continuará)

Dentro de este recorrido nostálgico por las series policíacas y detectivescas de mi infancia, llegamos a la mítica Hawaii 5-0 (1968-1980), que seguía las andanzas de un grupo de policías en las exóticas islas del archipiélago del Pacífico. Sin duda ésta es una de las mejores sintonías y cabeceras de todos los tiempos, desde la gigantesca ola del inicio hasta el meteórico zoom que nos lleva a la terraza del rascacielos y a su protagonista, Jack Lord. Por casa corrieron fotos suyas dedicadas, pues mi madre era superfan, recortó un cupón en una revista y le escribió a Hawai, a la productora. Y le contestaron y enviaron las fotos.