jueves, 10 de junio de 2010

Nunca vienen solas

Estos días he estado un poco ausente como habréis notado, debido a eso que se llama concatenación de circunstancias desfavorables o, más popularmente, que las desgracias nunca vienen solas. Al hecho de cumplir cuarenta y ocho años se añadió el mismo día la pérdida de uno de mis dos empleos (o me hacían fijo o me rescindían), con lo que mi maltrecha economía ha sufrido un revés. En el suma y sigue viene a cumplir su parte la casualidad que a los cacos les ha dado por robar en el edificio en el que vivo (varios robos en pocas semanas, de día, reventando las puertas de entrada aprovechando la ausencia de los vecinos). Aún no me ha tocado, pero para prevenir sí me ha tocado reforzar la puerta y no lo cobran barato precisamente. Como la semana estaba siendo tranquila, mi hija decidió colaborar y se pegó un guarrazo en el patio del colegio. Resultado: carrera hasta urgencias y siete puntos en la barbilla, amén de su ausencia en las colonias del colegio esta semana (que ya estaban pagadas, ya veremos si me devuelven la pasta).
En fin, de todas formas no hay que desesperar. Ahora que sólo tengo un trabajo voy algo más descansado. De salud sigo más o menos bien y procuro reírme todo lo que puedo. En cuanto hay una ocasión ¡Zas! ahí estoy yo riéndome. Aunque no sé si me estaré pasando. Igual piensan que he perdido el otro tornillo (malas lenguas afirman que ya perdí un tornillo una vez pero este hecho no ha podido ser demostrado).
;D
Hasta ahora.