martes, 16 de marzo de 2010

La frase

Hoy ha caído en mis manos un edicto sobre tasas y precios públicos que, entre otras sesudas consideraciones, contenía esta magnífica frase:

“Nacida la obligación de tributar, se procederá a la confección de la liquidación correspondiente, la cual se notificará al sujeto pasivo.”

¿No es fantástica? Contiene un microcosmos en pocas palabras, además de encerrar unas consideraciones filosóficas dignas de polémica y controversia. Ahora estaréis pensando “al Enric se le ha ido la olla”. En absoluto. Me hallo en plena posesión de mis facultades mentales. De hecho, es de las pocas posesiones que me quedan.
Fijaros que, en la frase, nada más nacer algo (la obligación) ya se procede a su asesinato (liquidación) y a comunicar (notificación) el luctuoso suceso al pariente más próximo (el sujeto pasivo, pasivo porque nada puede hacer por impedir la desgracia). ¿No está aquí encerrada, en este pedazo de ADN de lenguaje administrativo, la metáfora de la vida? Porque ¿Qué es la ilusión juvenil, la esperanza, la voluntad de cambiar el mundo, el ansia de vivir, si no la obligación que está inscrita en nuestra naturaleza originariamente libre? Y ¿Qué sucede entonces? ¿Acaso no se produce la correspondiente liquidación de esas ansias, deseos y esperanzas a cargo de nuestra bien estimada sociedad y todos los mecanismos al alcance de la misma? Y ¿No termina todo con la notificación del titulo de ciudadano-sujeto normalizado pasivamente en el que nos habremos convertido?
Si creíais que el lenguaje (cualquier lenguaje) es inocente estabais muy equivocados. En este mundo nada, ni nadie, es inocente. A lo sumo, irresponsable. De esos sí hay muchos sueltos.
Forges, al que suelo recurrir con cierta frecuencia, nos acerca su punto de vista sobre ciertos orígenes del lenguaje administrativo. Saludos y besos a todos.