viernes, 8 de enero de 2010

Un, dos, tres

Los viernes comedia: One, Two, Three (1961). Maravilla de maravillas fílmica, dirigida por el grandísimo Billy Wilder (del que traje hace poco “Berlín Occidente” con Marlene) e interpretada en su papel protagonista por James Cagney, veterano de Hollywood y arquetipo del gangster en las películas de los 30, que aquí es un torbellino interpretativo que no da tregua, con los diálogos del guión como arma. El argumento: C. R. MacNamara es el jefe de ventas de Coca-Cola en el Berlín occidental en plena guerra fría y sueña con llevar el popular refresco americano a los países comunistas para así dar el salto a la central en América. En estas que recibe el encargo del presidente de la empresa de cuidar a su hija veinteañera de visita en Berlín. Cuando ella se queda embarazada de un joven del Berlín Oriental, comunista dogmático lleno de consignas, parece que todo va a derrumbarse para MacNamara.



"Soy escritor pero nadie es perfecto", una muestra del buen humor de Billy Wilder hasta en su tumba.

La película es una montaña rusa sin pausa, en la que los gags tanto verbales como visuales se suceden a un ritmo endiablado. Cada vez que MacNamara entra o sale de la fábrica, todos los empleados se ponen de pie y su ayudante o el chofer están constantemente dando el taconazo nazi para desesperación del jefe de ventas.



La secretaria de MacNamara en plena negociación comercial.

La delegación comercial rusa para el acuerdo con la Coca-Cola está formada por tres vividores más interesados en la secretaria de MacNamara que en otra cosa.



Pero debe recurrir a ellos para rescatar al novio comunista de la hija del jefe, detenido en Berlín Oriental acusado de espía por culpa de una trampa de MacNamara.



Mientras, el novio está siendo torturado por la policía política para que confiese que es un espía americano. La escena es atroz, jajajajaja.


Toda la película es una crítica tanto de un comunismo dogmático y pancartista como de un capitalismo salvaje y deshumanizador, pero sin que perdamos, en ningún momento, la sonrisa cuando no la carcajada.
Una muestra de los diálogos que recorren toda la película: un periodista alemán está fisgoneando en las idas y venidas de MacNamara cuando su ayudante Schlemmer lo reconoce como su lugarteniente en la guerra…

Schlemmer: ¡Hey! Herr Oberleutnant!
MacNamara: ¿Ustedes se conocen?
Schlemmer: Fue mi superior durante la guerra.
MacNamara: ¿En el metro?
Schlemmer: No, más tarde, cuando me reclutaron
MacNamara: ¡Ah! ¡Gestapo!
Schlemmer: No, no, SS.

Film IMPRESCINDIBLE para los amantes de la comedia, os recomiendo vivamente que la intentéis ver. No sólo lo pasaréis estupendamente sino que podréis constatar cómo la comedia en manos de un maestro puede ser el vehículo de crítica más feroz. Esta última filmación es un compendio de los momentos finales de la película, cuando MacNamara ha rescatado al joven comunista de manos de la policía oriental, con lo que ya no puede volver y ha de aceptar su destino capitalista, y le compra un montón de ropa y lo lleva a la carrera al aeropuerto a recibir a sus futuros suegros. El gag final, cuando MacNamara reparte Coca-colas a toda su familia para descubrir que la máquina le da una ¡¡¡PEPSI!!! es el mejor colofón para esta película.