jueves, 28 de enero de 2010

Easy Rider

Clicad en la imagen y deleitaros con la Harley "Correos" Davidson.

Siempre soñó con rodar por las calles y carreteras, oyendo el rugido de la máquina, notando la potencia en sus manos, el aire frío en su cara. Quería ver las rayas blancas del asfalto correr huidizas mientras la rueda delantera las aplastaba, inmisericorde. Pero, sobre todo, la “chupa”, la “chupa” negra de cuero ceñida a su cuerpo. Todo eso y mucho más soñó…..y soñaba. Pero debía seguir la tradición, debía continuar lo que su padre hacía y el padre de su padre había hecho, un oficio honrado, noble, un servicio para todos. Debía ser cartero, anhelo de su alma infantil hasta que en una tarde de la adolescencia vio por televisión Easy Rider. Y ya nada fue como antes. Pero calló. Calló como tantas y tantos callaron antes, por obligación, por deber a los que le habían traído a este mundo, proporcionándole sustento y educación, por resignación a una sociedad gris que hacía de la diversión el nuevo Dios, pero en la que cada vez había menos alegría.
Alcanzó el objetivo familiar y fue cartero. Desempeñaba el oficio con diligencia, aunque sus compañeros de la estafeta de barrio en la que estaba destinado lo encontraban parco en palabras y de mirada soñadora. Era puntual y cumplidor, y no le incomodaban las puntas de trabajo que en determinadas épocas del año se producían. Su padre, que trabajaba en la central pero que tenía amigos, oídos y ojos en todas partes, se sentía orgulloso. Llegaron las primeras Navidades y el joven cartero hizo lo que todos sus compañeros de estafeta hacían todos los años: jugó a medias con todos varios boletos de la Lotería Nacional. Salían a un cuarto de décimo por cabeza. No los sacaría de pobres pero para unas alegrías sí que habría. Y menos da una piedra. Y tocó.
Supo desde el primer momento qué haría con su parte del premio. Cumpliría lo que su corazón había deseado desde hacía tanto tiempo. No le iba a importar lo que dijeran o dejaran de decir, de si era reglamentario o no lo era. Además, la pediría con los colores de la empresa para que se viera que él empezaba un camino que, quizá con el tiempo, muchos podrían seguir. Él iba a ser el primer cartero, con su “chupa” de cuero negra, sus botas, sus gafas oscuras y su macuto de correspondencia a la espalda, en montar una Harley.