martes, 22 de diciembre de 2009

Ya falta menos

Hoy ha sido mi primer día de vacaciones navideñas de mi curro matutino. No así del de la tarde, que las tendré en enero, pasadas las fiestas, o sea que no coincido conmigo mismo en vacaciones. Así no hay forma de conciliar la vida personal. Esta mañana he ido de compras y la vorágine parecía la misma que otros años, por lo menos en cuanto al sector alimenticio (en una tienda de Delicatessen había cola larga para pagar y todo). No estoy tan seguro, en cambio, que en el resto de los sectores la cosa vaya a ir igual. Pero al grano: ya sé que puedo parecer un descreído antinavideño, sarcástico y cínico. Nada más lejos de la realidad. En mi infancia, las navidades eran más bien tristonas y en blanco y negro, por eso ahora me gustan las luces, decorar el árbol, los escaparates bien cargados, el aire frío, la gente con paquetes, las llamadas para programar las celebraciones hogareñas y quedar, los besos, abrazos y achuchones, las caritas de los niños (no tienen precio esos saltitos compulsivos de emoción delante del árbol), el silencio de la mañana de Año Nuevo, los buenos deseos, las esperanzas. En fin, que en realidad soy más blando que el queso brie. ¿O no?
Para averiguarlo habrá que llegar hasta el final. Mientras tanto Michael Gray, DJ y productor británico, lo resumió estupendamente hace unos años: No puedo esperar a que empiece el fin de semana.

(He aprovechado para echar una instancia para trabajar en esa oficina. No se debe estar mal)