miércoles, 16 de diciembre de 2009

Las tardes de los domingos

Cuando empecé en esto de los blogs, me propuse no emplear el tiempo del fin de semana. Dejármelo libre de teclas y direcciones web. Por el trabajo que tenía y los que tengo ahora, dispongo de Internet y buenas conexiones para en los ratos muertos poder ir haciendo. Así el fin de semana me quedaba para descansar, amén de librarme de contratar una línea en condiciones para casa, pues la que tengo es pura y simple línea básica de Telefónica. Confieso que lo que al principio fue fácil, se está tornando más difícil, porque ya sigo muchos blogs y esto supone una producción considerable. Además no dejo de buscar nuevos, porque no es cosa de sentarse a descansar sino de buscar nuevos horizontes, nuevas visiones de las cosas, por lo menos para, si es el caso, descartarlas o incorporarlas a la “familia”. Si le añadimos que tengo tres blogs y que algo de leña habrá que ir echando a la caldera, el tiempo entre semana se va quedando justito. Me pasa que cuanto más abro el horizonte más ganas tengo de seguir abriéndolo y, por otra parte, se construye con los blogs propios una especie de responsabilidad para con los lectores, para darles algo que tenga un mínimo de interés y calidad. Parece que fuera como que no puedes fallarles. Ha desaparecido recientemente un pequeño blog que seguía desde su principio: “Postales Encuadernadas”. Era sencillo pero cuidado y tenía una bonita cabecera. Representaba una visión fresca y joven de alguien que busca un trabajo y su sitio, de música actual y de las relaciones familiares tan peculiares que establecemos. Logró unos pocos seguidores en un corto espacio de tiempo. Su desaparición ha sido fulminante pues hasta el perfil de su autora se borró del mapa. Dejando de lado las razones muy respetables, el blog es de cada cual y puede hacer uno lo que le plazca, creo que si me canso, desfallezco, las circunstancias me lo impiden, me sale la oportunidad de mi vida en Hollywood o lo que sea, mis pequeñas y modestas obras se quedarán donde están para siempre, o por lo menos hasta que San Blogger lo decida, acumulando polvo en sus costuras, silencio entre sus palabras, el sosiego del paso del tiempo, por si algún alocado e intrépido explorador del futuro, buceando en las entrañas de aquello que se llamó Internet, aparca por aquí y las descubre y le gustan y se ríe o le sirven para algo, de alguna forma. Yo mientras tanto seguiré descansando las tardes de los domingos.

Lazing on a sunday afternoon