miércoles, 30 de septiembre de 2009

Tengo un voto

Se aproximan periodos convulsos en los que deberemos elegir entre las opciones que se nos presenten. Autonómicas, municipales, quizá generales incluso, pues al gobierno la leña le llega ya de todas partes, las elecciones están a la vuelta de la esquina. Yo tengo un voto. Puede que no parezca gran cosa pero, oiga, un voto es un voto. Y tal y como está el patio, puede ser de vital importancia, para aquellos que aspiran a ejercer nuestra delegación de poder, asegurar cada punto porcentual que les ha de llevar a su objetivo.
Tengo un voto, pues. Pero no un voto cualquiera. Es un voto condicionado a una serie de requisitos que ha de cumplir la lista que aspire a obtenerlo. Poca cosa, la verdad, ya verán.

1º) La ciudad en la que vivo, y no creo que sea una excepción, está hecha una mierda (con perdón) por culpa de las idem, las meadas y demás lindezas que el mal llamado “mejor amigo del perro” esparce por doquier. Como a las personas no las podemos prohibir, daré mi voto a la lista que se comprometa a impedir la existencia de canes en la ciudad. Solo estarían permitidos los perros policías y los lazarillos. Del resto ni uno. El que se sienta solo que fomente la noble práctica de la tertulia en bares y terrazas.

2º) La vida actual ya es bastante ruidosa: tráfico, industrias y talleres, el gremio de restauración… ¿Por qué nos empeñamos en prolongar ese infierno en los hogares subiendo el volumen del televisor para que nuestros vecinos puedan escuchar las bazofias que nos gustan? Mi voto irá para el que reduzca el horario de emisión de todas las cadenas: los días laborables y festivos vigilia de laborables hasta las 23:00 ya estará bien, en vísperas y demás festivos hasta las 00:00 horas. El tiempo libre obtenido redundará en la cantidad y calidad del descanso y, quien sabe, si también en el aumento de la natalidad, tan necesitada de estímulos.

3º) Han proliferado y proliferan, no hay más que ver los periódicos y demás medios de comunicación, los usos y abusos que la clase política realiza a diestro y siniestro con el erario público. Lo que se ha venido llamando la corrupción, vamos. Mi voto es rotundo en este sentido: apoyara la candidatura que reinstaure la tan conocida y otrora popular costumbre de emplumar al culpable. Es fácil. Se coge al susodicho (sin distinción de sexos, nunca se han de desaprovechar las ocasiones de fomentar la igualdad), se le desnuda, se le embrea, se le llena de plumas hasta en las ingles, se le pasea por todo el pueblo y se le lleva a las afueras donde es abandonado a su suerte con la única compañía de algún que otro garrotazo de los de último momento.

Estas son mis tres simples condiciones. Algunos dirán que me conformo con poco, pero tampoco es cuestión de abusar. Son sólo tres cosas ¿Alguien se compromete a cumplir únicamente tres cosas?