martes, 4 de agosto de 2009

Viernes, cena a las ocho

(Interior. Noche. Cena. A la mesa cinco comensales –Padre, Madre, Hermana, Abuelo y Ella- acaban de servirse el primer plato. Se inicia una charla, en apariencia, distendida)

Padre: ¿Cómo ha ido el día?
Ella: Bien, como siempre. Mucho trabajo.
Madre: Por eso has de comer mucho ¡Que estás muy flaca! ¡Y muy seria!
Ella: (Con la desgana provocada por las veces que habrá oído esas palabras a su madre) Mamaaaá.
Hermana: (Tajante) Mamá tiene razón. No protestes.
Abuelo: ¿Por qué no sales más por ahí y te distraes? Te hará bien, chiquilla.
Ella: Estoy bien abuelo, no ha de preocuparse. No os tenéis que preocupar. (Intenta imprimir a sus palabras el mayor grado de convicción posible, una vez más)
Madre: (Pasa el pan a su hija mayor) Este viernes vienen los tíos a cenar, a las ocho.
Hermana: (Recoge el pan y teatraliza su frase) Y a contarnos su último y maravillooooso viaje. Padre: Como si nos cuentan la batalla de Trafalgar. Pondrás buena cara.
Abuelo: Pero si tu tío siempre cuenta historias muy divertidas.
Hermana: Y parece que soy la única que se da cuenta que son siempre las mismas.
Madre: Haya paz. (Piensa que su hermano podría cambiar el repertorio de historias de vez en cuando)
Ella: (Conteniendo la respiración) Me preguntaba si no os importaría que trajera a alguien a cenar, el viernes quiero decir.
Todos: ¿¿¿………???
Madre: …Y… ¿Quién es, cariño? (No sabe por qué pero barrunta tormenta)
Ella: Un amigo.
Hermana: (Con guasa) ¡Vaya, vaya, hermanita! ¡Qué callado te lo tenías!
Padre: (Con tono seco) Habrá más información, digo yo. De qué le conoces y esas cosas. Porque, que yo sepa, no tenías amigos desde que…
Madre: (Interrumpe, rápida, a su marido) ¡Por favor!
Padre: ¡Pero si no he dicho nada!
Ella: (Toma carrerilla mental ¡Ahora o nunca!) No te preocupes, Mamá. Le conozco del trabajo, Papa. Mejor dicho, de la cafetería de la esquina. Él trabaja en el edificio de al lado y baja a desayunar todos los días.
Hermana: (No le gusta lo que está oyendo) ¿Y qué más?
Ella: (No le sorprende que su hermana reacciones así) Pues eso. Nos conocíamos de vista de la cafetería y un día empezamos a hablar y bueno…pues…eso.
Padre: Pero, si le quieres invitar a cenar, será por algo. No por verlo veinte minutos al día en una cafetería.
Ella: Bueno, en realidad nos hemos visto más veces.
Hermana: ¿Cómo? ¿Cuándo?
Ella: (Piensa que ahora sí que se va a montar) Nos hemos pedido algunos días libres entre semana, cada uno a cuenta de sus vacaciones, para poder ir por ahí, a pasear, tomar algo y conocernos fuera del ambiente laboral.
Padre: (Realmente enfadado) ¡¡Quieres decir que ha habido días que nos has dicho que te ibas a trabajar y, sin embargo, te has ido por ahí, con un desconocido!!
Ella: (Le defiende. De repente siente que tiene todas las fuerzas del mundo) No es un desconocido. Ya hace casi cuatro meses que salimos.
Hermana: (Siente que le arde el estómago: esta niñata siempre tiene que joder) ¡¡Que salís!! Esta si que es estupenda ¡Todos preocupados por la niña y ella saliendo tan ricamente de incógnito!
Abuelo: (En tono conciliador) Dejadla respirar.
Madre: Y ¿Por qué no nos has hablado antes de Él? Sabes que nos preocupamos por ti. (Intenta poner paz con sus palabras)
Ella: Mamá, no pasa nada. Ya hace tres años. Hace tiempo que estoy bien, pero no os queréis dar cuenta. (Ya va a salir “todo” otra vez. Bien, estoy preparada)
Hermana: Por eso guardas los regalos y cosas del tipejo que te dejó a una semana de la boda para largarse con tu mejor amiga, mientras tus supuestos amigos lo sabían desde hacía tiempo. (Quiere hacer daño, se le revuelve todo en su interior)
Ella: Precisamente guardo esas cosas para no olvidarme de lo imbécil que fui. (Tú también lo sabías y te callaste)
Madre: (Le duele tanto la cabeza que le va a explotar) Y no puedes decirnos más cosas ¿Cómo es? ¿Qué hace? ¿Qué edad tiene?
Ella: (Sonríe) Pues es alto, moreno y con bigote, trabaja en una empresa de comunicaciones y tiene…pues… (¡Ay!) Cuarenta y cuatro años.
Padre: ¡¡¡Cuarenta y cuatro!!! ¡¡¡Pero si tú tienes veintisiete!!! ¿En qué narices piensas?
Madre: Hija mía, es mucha diferencia de edad. Tienes que pensar en el día de mañana.
Hermana: ¡Y ése ya habrá corrido lo suyo!
Abuelo: Niña, tienes que pensarlo con más calma. No puedes actuar tan impulsivamente.
Ella: (Su voz es como el acero cortando la piel) Otra de las razones por las que guardo “los regalos y cosas del tipejo” es para no olvidar lo mucho que os gustaba y cómo llegasteis a hacerme pensar, en algunos momentos, que era culpa mía lo que me había pasado. Entonces, hemos dicho que el viernes cena a las ocho ¿No?