miércoles, 17 de junio de 2009

Nada que declarar

En la vida de hoy, cuando todo va tan deprisa y está regido por innumerables actos automáticos, la despersonalización se torna un hecho cotidiano, nos desdibujamos. Entramos en una rutina, somos la rueda que gira y gira. Cuando, por alguna circunstancia, nos detenemos (algo nos falla en la rutina o al finalizar el día) es cuando percibimos el vacío, el vértigo. Todo se vuelve extraño, sin sentido. Incluso los plenamente integrados, a base de saturación, también lo perciben. No digamos ya los que nos estamos haciendo preguntas todos los días.
Esta fotografía que hice el otro día creo que refleja a la perfección esta situación: somos como maletas, contenedores que llenamos de gadgets, parecemos muy completos al pasar por la vida, pero el escáner refleja la realidad, estamos vacíos.



Nada que declarar